Lección 14 ¿Duerme Dios?

Lección 14
¿Duerme Dios?

La Biblia nos cuenta de un episodio muy divertido. Se trata de una ocasión en que un profeta de Dios hizo lo que llamaremos una burla sacra. Se trataba del profeta Elías, quien había desafiado a los profetas de Baal a que pidiesen de su dios una manifestación visible de su poder consumiendo su sacrificio.

Ante la ausencia de manifestación alguna de parte de Baal, Elías dijo a sus profetas: “Gritad en alta voz, porque dios es; quizá está meditando, o tiene algún trabajo,
o va de camino; tal vez duerme, y hay que despertarle” (1 Reyes 18: 27).

Tal vez de un dios falso se pueda decir con toda certeza que duerme, sin embargo, no así de nuestro Dios. De nuestro Dios, el Salmista dijo: “No dará tu pie al resbaladero, ni se dormirá el que te guarda. He aquí, no se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel” (Salmo 121: 3, 4).

En esta lección, veremos como nuestro Dios, en la persona de Cristo, no duerme sino que está obrando de día y de noche a favor de su pueblo.

La interseción de Cristo

¿Cuál es el oficio contínuo de Cristo en la actualidad?

1. Hebreos 7: 25. por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos.

2. 1 Juan 2: 1. Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.

Cristo es nuestro intercesor o abogado, quien contínuamente trabaja por su pueblo, poniendo a su disposición todos los recursos de la omnipotencia con el objetivo de lograr en ellos los resultados esperados del plan de la redención. Eso incluye, entre otros logros, la limpieza del pecado, y la edificación de un carácter semejante al suyo propio.

¿Qué oficio del antiguo ritual Judío prefiguraba la obra de intercesión de Cristo? (Hebreos 8: 1-5).

Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es que tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos, ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre. Porque todo sumo sacerdote está constituido para presentar ofrendas y sacrificios; por lo cual es necesario que también éste tenga algo que ofrecer. Así que, si estuviese sobre la tierra, ni siquiera sería sacerdote, habiendo aún sacerdotes que presentan las ofrendas según la ley; los cuales sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales, como se le advirtió a Moisés cuando iba a erigir el tabernáculo, diciéndole: Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte.

En tiempos antiguos, Dios instituyó el sistema de sacrificios oficiados por sacerdotes. El Sumo Sacerdote era la cabeza de este cuerpo de ministros, y el Santuario era su lugar de oficio. Este sistema prefiguraba la intercesión de Cristo quien ministraría a favor de su pueblo, aplicando en ellos los beneficios comprados por su sacrificio en la cruz.

¿Cuál era la ocasión más solemne, en la cual los servicios del antiguo Santuario llegaban a su culminación? (Levítico 16: 29-31).

Y esto tendréis por estatuto perpetuo: En el mes séptimo, a los diez días del mes, afligiréis vuestras almas, y ninguna obra haréis, ni el natural ni el extranjero que mora entre vosotros. Porque en este día se hará expiación por vosotros, y seréis limpios de todos vuestros pecados delante de Jehová. Día de reposo es para vosotros, y afligiréis vuestras almas; es estatuto perpetuo.

El Día de la Expiación era la ocasión, dentro del año ceremonial Judío, en la cual se realizaba la intercesión a favor del pueblo, en forma más solemne, intensa, y significativa.

¿Qué sucedía durante el Día de la Expiación? (Levítico 16: 16).

Así purificará el santuario, a causa de las impurezas de los hijos de Israel, de sus rebeliones y de todos sus pecados; de la misma manera hará también al tabernáculo de reunión, el cual reside entre ellos en medio de sus impurezas.

En este día, el Santuario era purificado de la contaminación ceremonial causada por los pecados confesados a través del año. Dicha purificación iba acompañada por el arrepentimiento y la purificación del pueblo. Este arrepentimiento y purificación eran más solemnes que los realizados a través del año, pues iban acompañados de un profundo escudriñamiento de sus almas. Este era, en realidad, el principal objetivo procurado en este día.

¿Qué objetivos para nuestros días eran prefigurados por este Día de Expiación? (Hebreos 9: 23-26).

Fue, pues, necesario que las figuras de las cosas celestiales fuesen purificadas así; pero las cosas celestiales mismas, con mejores sacrificios que estos. Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios; y no para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena. De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado.

Aunque la salvación lograda por el sacrificio de Cristo realizado en la cruz fue una obra completa y consumada, sus efectos han estado siendo aplicados sobre todos desde entonces y hasta el fin, pero sobre todo en nuestros días. La interseción de Cristo tiene el objetivo de hacer tal aplicación.

¿Cómo se profetizaba, en símbolos relativos al antiguo sistema ritual Judío, que el oficio de intercesión de Cristo llegaría en nuestros días a su punto más solemne, intenso, y significativo? (Daniel 8: 14).

Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado.

En visión profética, Daniel ve al Santuario siendo contaminado por potencias extranjeras simbolizadas por un carnero y un macho cabrío. A través de la historia del pueblo de Israel, es evidente que la contaminación de manos paganas resultaba del pecado del pueblo de Dios, el cual era invadido cuando éstos quedaban destituídos de la protección divina como resultado de su desobediencia. Dicha contaminación era mayor y más visible que la causada por la acumulación de pecados durante el año.

¿De qué forma ora Daniel, cuando pide que se cumpla la profecía del restablecimiento del Santuario y su purificación? (Daniel 9: 17-19).

Ahora pues, Dios nuestro, oye la oración de tu siervo, y sus ruegos; y haz que tu rostro resplandezca sobre tu santuario asolado, por amor del Señor. Inclina, oh Dios mío, tu oído, y oye; abre tus ojos, y mira nuestras desolaciones, y la ciudad sobre la cual es invocado tu nombre; porque no elevamos nuestros ruegos ante ti confiados en nuestras justicias, sino en tus muchas misericordias. Oye, Señor; oh Señor, perdona; presta oído, Señor, y hazlo; no tardes, por amor de ti mismo, Dios mío; porque tu nombre es invocado sobre tu ciudad y sobre tu pueblo.

Daniel comprendía perfectamente que la restauración y purificación del santuario dependía del arrepentimiento real y efectivo de su pueblo.

De qué forma se le explica a Daniel que con su pueblo no se podía contar para que se realizara la purificación del Santuario? (Daniel 9: 24-26).

Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos. Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos. Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones.

Daniel, quien había quedado perplejo ante la profecía de que el Santuario sería purificado después de 2,300 días, recibió más explicaciones al respecto de parte del ángel Gabriel. Tales explicaciones sucedieron 9 años después de la visión, años de angustia en los cuales el profeta oraba por su pueblo y el cumplimiento de la promesa.

Sin embargo, lejos de recibir noticias esperanzadoras, Daniel recibió una explicación sin ambajes que mostraba al Santuario quedando desolado aún después de las 70 semanas. Se le mostró, pues, que la purificación de la cual el ángel habló en la visión anterior (Capítulo 8:14), iba mucho más allá de la oportunidad de 70 semanas determinada para el pueblo Judío, hasta 2,300 días proféticos.

En otras palabras, la porción del período de 2,300 días proféticos, que constituían la oportunidad de gracia para los Judíos permitir la obra en sus vidas que resultaría en la restauración del Santuario, era de 70 semanas. El término Determinadas usado en relación a las 70 semanas, significa cortadas o separadas. El contexto deja ver claramente que del único sitio de donde pudieron haber sido determinadas, cortadas o separadas, eran los 2,300 días.

Decifrando las 70 Semanas

Un análisis en detalle del período de las 70 semanas, nos muestra la secuencia de eventos que marcaron el rechazo del pueblo Judío, como pueblo de Dios, y por lo tanto, el del Santuario terrenal como el que sería purificado.

Un principio importante de interpretación profética es el del día por año. Este principio demuestra que, cuando en términos proféticos se usa la palabra día se refiere a año, y por lo tanto, que cuando se usa el término semana, se refiere a siete años. Al aplicar este principio, entendemos que 2,300 días se refieren a 2,300 años, y que 70 semanas, se refieren a 490 años.

¿Qué evidencias bíblicas podemos encontrar del principio día por año en las profecías?

1. Números 14: 34. Conforme al número de los días, de los cuarenta días en que reconocisteis la tierra, llevaréis vuestras iniquidades cuarenta años, un año por cada día; y conoceréis mi castigo.

2. Ezequiel 4: 6. Cumplidos éstos, te acostarás sobre tu lado derecho segunda vez,
y llevarás la maldad de la casa de Judá cuarenta días; día por año, día por año te
lo he dado.

3. Génesis 29: 27. Cumple la semana de ésta, y se te dará también la otra, por el
servicio que hagas conmigo otros siete años.

En su explicación del período profético de 70 semanas, el ángel desglosa la cronología en diferentes períodos menores de semanas, marcadas por eventos que ocurrirían al final de cada período. Es muy probable que el propósito de tal explicación habría sido su corroboración postrera por aquellos que estudiaran la profecía en cuestión, a la luz de los eventos históricos.

Notemos como el desglose hecho por el ángel puede ser corraborado por la Historia:

1. desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos (Daniel 9: 25).

Esta porción de la profecía menciona tres eventos enmarcados en un período de 69 semanas proféticas, o 483 años:

a. La salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén. La orden de Artajerjes, rey de Persia, para restaurar y reedificar Jerusalén, fue dada en 457 A.C. (Esdras 6:1, 6-12.)

b. Comienzo del ministerio del Mesías Príncipe. Jesús fue ungido del Espíritu Santo en ocasión de su bautismo, comenzando así su obra como Mesías Príncipe (Mateo 3: 16; Hechos 10: 38.). Esto sucedió, tal como estaba profetizado, 69 semanas o 483 años después del inicio del período de 70 semanas.

c. La edificación de la plaza y el muro en tiempos angustiosos. La reconstrucción y restauración de Jerusalén, incluyendo la plaza y el muro, se terminó al fin de los primeros 49 años o 7 semanas de la profecía de Daniel.

Es muy frecuente encontrar en la Biblia cifras totales descritas en términos de los sumandos, o a veces factores, que llegan a dicha suma o producto. En este caso, dicho desglose en sumandos de 7 y 62, nos sirve para demostrarnos tanto lo que sucedería al final del período, como lo que sucedería a través de él.

2. Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí (Daniel 9: 26). El Mesías Príncipe fue cortado a la mitad de la semana número 70, al ser crucificado, en el año 31 D.C. (Mateo 27: 50,51.). Así se cumplieron las palabras: a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda (Daniel 9: 27).

A raíz de la muerte de Esteban, tres años y medio después de la crucifixión de Cristo, el Evangelio fue a los Gentiles, marcando el final de las 70 semanas proféticas dadas de oportunidad al pueblo Judío. (Hechos 7: 54-56; 8: 1). En resumen, desde el 457 a.c. al tiempo de los gentiles (34 d.c.) hubo 490 años o 70 semanas proféticas.

Las 70 semanas de oportunidad para el pueblo Judío eran parte del período de 2,300 días o años, del cual fue cortado. El inicio del período de 70 semanas, por lo tanto, da inicio al de 2,300 días. De esto se puede deducir claramente que los 2,300 días proféticos acabarían en el 1844 d.c., año en el cual se daría paso a la purificación del santuario.
El cumplimiento exacto de esta profecía de 70 semanas, demuestra que se cumplirían con igual exactitud, el resto del período de 2,300 años de donde fueron cortadas. Es a saber, al fin de los 2,300 años, en 1844, o 1810 años después del fin de las 70 semanas, se iniciaría la purificación del santuario de la cual habló el ángel (Daniel 8: 14).

Hay muchas razones que apuntan a la fecha del 22 de Octubre como la fecha de ese año en la cual concluyó el período profético de 2,300 días. Basta, sin embargo, señalar el hecho de que esa fue la fecha de dicho año en la cual se observaba el Día de Expiación en el calendario Judío.

Siendo que en el 1844 ya no existía el Santuario de tiempos bíblicos, y el pueblo Judío había sido rechazado por fallar su misión, y siendo que el antiguo Santuario a ser purificado era sólo símbolo de una obra mayor a ser llevada a cabo por Jesucristo, podemos concluir que al final de los 2,300 días proféticos o años, comenzaría una obra especial de la intercesión iniciada por Cristo al ascender.

Esta intercesión asemejaba a la que llevaba a cabo el Sumo Sacerdote durante el día de Expiación en el Santuario Judío. Sin embargo, la intercesión de Cristo llevada a cabo en el gran Día de la Expiación en el cual vivimos, es en mucho mayor escala, pues no se trata de la purificación de lugares y objetos físicos como los existentes en el antiguo Israel, sino la de su pueblo comprado por su sangre.

¿De qué forma observaban los Israelitas el Día de la Expiación, así tomando en cuenta su propósito? (Levítico 23: 27-32).

A los diez días de este mes séptimo será el día de expiación; tendréis santa convocación, y afligiréis vuestras almas, y ofreceréis ofrenda encendida a Jehová. Ningún trabajo haréis en este día; porque es día de expiación, para reconciliaros delante de Jehová vuestro Dios. Porque toda persona que no se afligiere en este mismo día, será cortada de su pueblo. Y cualquiera persona que hiciere trabajo alguno en este día, yo destruiré a la tal persona de entre su pueblo. Ningún trabajo haréis; estatuto perpetuo es por vuestras generaciones en dondequiera que habitéis. Día de reposo será a vosotros, y afligiréis vuestras almas, comenzando a los nueve días del mes en la tarde; de tarde a tarde guardaréis vuestro reposo.

Como hemos visto en esta lección, estamos en tiempos solemnes en los cuales nuestro gran Sumo Sacerdote está obrando para purificar a su pueblo. Permitámosle obrar en nosotros, y sigámosle por fe hasta el Santísimo.

“La condición de los judíos incrédulos ilustra el estado de los indiferentes e incrédulos entre los profesos cristianos, que desconocen voluntariamente la obra de nuestro misericordioso Sumo Sacerdote. En el servicio típico, cuando el Sumo Sacerdote entraba en el lugar santísimo, todos los hijos de Israel debían reunirse cerca del santuario y humillar sus almas del modo más solemne ante Dios, a fin de recibir el perdón de sus pecados y no ser separados de la congregación. ¡Cuánto más esencial es que en nuestra época antitípica de la expiación comprendamos la obra de nuestro Sumo Sacerdote, y sepamos qué deberes nos incumben!”

“Todos necesitan conocer por sí mismos el ministerio y la obra de su gran Sumo Sacerdote. De otro modo, les será imposible ejercitar la fe tan esencial en nuestros tiempos”. “La intercesión de Cristo por el hombre en el santuario celestial es tan esencial para el plan de la salvación como lo fue su muerte en la cruz. Con su muerte dio principio a aquella obra para cuya conclusión ascendió al cielo después de su resurrección. Por la fe debemos entrar velo adentro, ‘donde entró Jesús por nosotros como precursor.’ (Hebreos 6: 20.) Allí se refleja la luz de la cruz del Calvario; y allí podemos obtener una comprensión más clara de los misterios de la redención” (El Conflicto de los Siglos, p.p. 484, 485, 543, 544).

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